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quinta-feira, 13 de janeiro de 2011

CAMINO AL EXILIO


(5º Día en Madagascar)
Salimos de TANA El sábado en la tarde, y advinen? Ningún taxi había suficientemente grande  para llevarnos con nuestras maletas, cargadas con todas las cosas que 2 chicas concientes de la lejanía de su destino necesitan, pero el Señor nos providenció dos amables y bondadosas personas que nos acompañaron a la terminal y nos hiceron el aguante por 3 horas, porque el bus se atrasó.
 Bueno, en un viaje algunas cosas son realmente útiles, otras ABSOLUTAMENTE necesarias. Entre ropas y repelentes, porque nadie se quiere morir de malaria a tantos días y dolores de distancia de casa, la comida…OH, La comida! Hay que priorizar, no? Yo, Karol, no puedo vivir sin chocolate, Ros, no puede vivir sin su granola y shampoo(ya les contaré en otro momento sobre el día en que Ros se encontró en la lejanía de la civilización sin su shampoo, y, garantizo, no lo van a creer). Pero bueno, como adelanté, hay que priorizar, tomaríamos un bus (TAXI-BROUSE) rumbo a la ciudad de TAMATAVE, 8 horas de distancia de Tana(OJO,NO CREAN QUE ESE ES EL TIEMPO TOTAL), en este viaje podríamos llevar el peso que quisiéramos pero  eso se tendría que reducir a 20 míseros kilos en el aeropuerto! Pueden imaginar un ser humano que atraviese los continentes para llegar al otro lado del mundo con apenas 20 kg? NO! PORQUE NO ES POSIBLE! Yo vine con 52 kg, por lo menos eso fue lo que dijeron los del aeropuerto de Johannesburgo, tengo mis dudas. Asi que seria necesario reducir todo en TANA. En esas condiciones jeans abrieron espacio a maíz de pop corn, libros cedieron, no muy felices, su  espacio a fideítos instantáneos y galletas y tantas otras cositas de las cuales no nos podíamos despedir en aquel momento.
Veníamos cargadas de cosas más que papa Noel, en la espalda las mochilas, con nuestras tecnologías personales,( note books y cameras) al lado, en un bolso, disfrazado  con remerita femenina el electrocardiógrafo que se donaría al hospital, al otro lado una licuadora barata(que, según Ros, tendrá vida media de exactos 3 meses – triste es la vida cuando hay que ahorrar) destinada a salvarnos del calor africano de Madagascar, en algún otro lado, colgando, la bolsa de víveres para el viaje(que se mostró insuficiente), porque  como saben la diarrea del viajero nos espera en cada esquina.
Y hablando en esquinas, no se imaginan cuantas vueltas en el camino, y rutas tan angostas. Jamás he viajado por un camino con tantas curvas, para marear al más peruano de los peruanos. Y aquí hago clara referencia a la pobre Ros, que se veía más amarilla que banana madura.
Pero que decir? A tan solo 10 min de la estresante Tana, nos encontramos en un ambiente completamente diferente…Campos verdes, casas bonitas, calles más limpias, mucho menos gente, montañas que se erguían en la amplitud de un cielo muy azul, que era el mismo cielo 10 minutos antes, pero en aquel entonces el estrés que nos consumía los ojos, a los que estábamos en la ciudad, no nos dejaba ver.
 El taxi-brouse era una kombi, pudimos elegir el mejor lugar ,adelante, al lado del chofer, pero eso no quiere decir      que viajamos confortables, primero por el exceso de equipaje que llevávamos, luego por la sencillez del auto.(No hay sillas reclinables por esos lados jeje).
Pesar del desconforto, camino a Tamatave,  él cielo se veía increíble. Conforme oscurecía, empezaban a surgir los luceros de la noche. La oscuridad es amiga de las estrellas y no había luz en el camino más que la que irradiaba directamente del cielo, sin luna. Millones de ellas, como nunca había visto. Y, por eso mismo, fue emocionante localizarlo a mi gigante Orión esperándome, desde su lugar en el infinito, para el siguiente Tango. Me sentí ceniza  cósmica frente a la belleza del cielo, y a la vez, grande a los ojos del Señor, por pensar que todo lo hizo pensando también en mi.  Pero, sobretodo, me sentía agradecida de estar allá, y si en aquél momento, ya nada bello se me cruzara en el camino, con aquél cielo sobre mi, y el viento fresco en mi rostro, todo estaría bien.
Las ocho horas fueron bastante duras, pero nada comparado con las 4 horas que siguieron, después de haber llegado a la terminal, porque teníamos que seguir en el auto, esperando que amaneciera, por la inseguridad del lugar. Espaldas chuecas, cuellos colgando, piernas comprimidas, calambres…así esperamos que saliera el sol, y con él la bienvenida a Tamatave, mitad del camino hacia Andapa! 

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