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sábado, 12 de março de 2011

Mirada que conecta vidas


Son las 7 de la mañana en Brasília. El despertador suena la primera vez, y él lo reprograma. 5 minutos más tarde vuelve a sonar y él piensa en cuan lindo sería no tener que levantarse, pero se levanta, hay mucho que hacer.
Mal empieza el día y ya hay mucho que reclamar; que el día va a ser agotador, que el trabajo es injusto, que le explotan, que ya hace calor, que esa comida es una porquería, que el auto esta viejo, que podría tener unos cuantos pesos a más en la billetera, que la nueva novia podría tomar algunas clases con la antigua, que pare de llover porque no le gusta la lluvia, que el pasto del vecino está más verde que el suyo, que eso, que lo otro.
Toma su baño calientito y se sienta a la mesa para el desayuno. Hoy hay queso, frutas y pan, pero él piensa que es tiempo de vacas flacas. Va al trabajo. En el camino el semáforo le detiene 3 veces y él piensa en cuan desgraciado es por tener que conducir cuando tantos tienen motorista particular. Ya en el escritorio prende el aire acondicionado, pero no funciona, de modo que tiene que contentarse con el ventilador mientras no viene el de manutención, le parece que sus males no tienen fin…
Y él día va pasando sin que él se de cuenta de las muchas maravillas de que su vida está compuesta, y no cree que hay grandes cosas por las cuales agradecer.
Cruzando el océano, es la una de la mañana en Madagascar. Él se acostó a las 8, como de costumbre, pero no puede dormir, está preocupado.
A las 4 de la mañana se levanta, ya es hora de trabajar. Come su plato de arroz cocido, sin nada para mezclar, no hay plata, lava la cara en el río, porque no hay agua en la casa, y sale para el trabajo. Él es plantador de arroz y su campo de cultivo queda a 10 km de ahí, él no piensa en las distancias, está acostumbrado a los caminos sin fin, pero si piensa en la lluvia que aún no vino, y en todo el dinero invertido en semillas para esta temporada, si no llueve no hay como alimentar la familia durante los próximos 6 meses. 

Ya en el campo de arroz, barro hasta las rodillas, comienza a trabajar, y piensa que el día va a ser duro, pero no le atribuye otros adjetivos, ni bueno, ni malo, el dia que le toca es el dia que vivirá, solo le gustaría que lloviese.  Pasan las horas y él sigue allá, enterrado en el barro hasta las rodillas, el sol caliente haciéndoles hervir a sus  pensamientos  y las gotas gruesas de sudor que se le escurren por la cara, se va acercando al medio día y el solo piensa en el plato de arroz que lo espera y que rico se le pinta aquel arroz cocido sin sal de todos los días, ya ni puede esperar.

Después de comer retoma el trabajo, el sol no es amigo y durante toda la tarde le quemará la tez ya oscurecida por los años de exposición impiedosa. Y sigue plantando, y cavando, y revolcando, luchando contra el suelo, contra la voluntad de los toros que le ayudan a preparar la tierra y contra el cansancio que lo va dominando conforme avanza el día. 

Llega a la casa a las 7 de la noche, su plato de arroz ya lo espera. Come, y mientras come, exhausto, se siente invadir por la alegría, seria posible? Corre a la ventana de su casita de paja y los ojos confirman lo que los oídos ya adelantaron, hay lluvia! Y dice a si mismo, con voz embargada: Bendito sea Dios!
Esta noche él podrá dormir en paz.

Los personajes son fictícios, pero también son reales. No tendríamos que viajar mucho para identificar alrededor algunos elementos de ese texto.
En el libro José de Egipto de Thomas Mann hay lo siguiente fragmento de diálogo:
“Estamos a un metro de distancia uno del otro, y mientras tanto, a tu alrededor gira un universo del cual el centro eres tu y no yo, y a mi alrededor gira un universo del cual el centro soy yo y no tú.”
Les suena familiar?
Millones de universos se tangencian todos los días, otros millones, por las distancias físicas o por las barreras sociales siguen paralelos sin cualquier oportunidad de cruzarse aún en un futuro distante.
Y nos vamos habituando a ignorar los problemas y necesidades ajenas por entender que los nuestros son ya suficientemente pesados y desagradables.  En la ruta de la vida miramos hacia nuestros propios pies y perdemos de vista la cantidad de gente que avanza sin zapatos. Aislados en nosotros mismos, en medio a la multitud, somos reducidos a las perspectivas del propio ombligo y nuestros  problemas se ven mayores, las adversidades más difíciles y los logros incipientes. 

Mientras tanto los universos siguen tangenciandose, eso porque hacen falta las miradas que conecten vidas, esas que nos hagan alcanzar el interior del otro, sentir sus miedos y aflicciones y que permitan que los caminos ya no se tangencien, mas se cruzen, y que los horizontes se expandan.
Mirando hacia los otros, dimensionando sus problemas , nos daríamos cuenta de cuan mínimas son nuestras propias penurias, y de la multitud de cosas por las cuales deberíamos arrodillarnos todos los días y agradecer.

Karol

2 comentários:

  1. Nosotros somos peregrinos en este mundo, tenemos que mirar a su alrededor ...
    Mirar el "próximo" a través de los ojos de Jesús, entender su labuta, mediar en sus conflictos, entenderlos, amarlos ...
    Para dar gracias por las bendiciones infinitas de Dios en nuestras vidas.
    Amo você minha hija.

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  2. Karol, retornei só para dizer que esse povo aqui, no Brasil, não sabe o que é "comer o pão que o outro amassou".

    jejejejejjeje

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