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terça-feira, 8 de fevereiro de 2011

El dolor genera tolerancia

Hace mucho no lloro por caerme…
Cuando era niña solía caer de tanto en tanto. Muy a menudo me hacía daño y volvía a casa lastimada, y gritaba desconsoladamente, hasta que el dolor disminuyera, o hasta obtener el favor de alguien que se compadeciera de mis penas. Por dos veces me rompí la clavícula. También pelé el dedo cuando debería pelar la papa, y estropeé la rodilla un sin número de veces. Hubo incluso una vez en que  golpeé la cabeza contra un poste, por correr mirando hacia atrás, y por 2 semanas tuve la apariencia de una vampira, los ojos morados como los del personaje principal de una película de horror. 

Con todo, si miro hacia atrás, veo que la intensidad de mis gritos disminuyó con el pasar de los años. No, no digo que el dolor fuera menos, o que las lágrimas ya no estuvieran allí, o que la sangre ejerciera sobre mis ojos diferente efecto, porque incluso hoy me desmayo con solo ver mi propia sangre fluyendo través de una jeringa. No, no era esa la razón. Sufría igual. El dolor seguía haciéndome daño, pero  como ustedes bien saben, con el tiempo, y los años sobre la espalda, ya no está permitido gritar como lo hacíamos cuando niños. Al crecer vas dejando de caerte en las esquinas de las calles para caerte en las esquinas de la vida, te cortas con menos frecuencia y de pronto, cuando ves,  las lastimaduras dejaron de ser heridas externas, de las que hacen que la sangre chorreé para fuera del cuerpo, para hacerse lastimaduras internas, y estas son las que harán que la sangre se enfrie en tus venas y hagan que tu corazón desee dejar de latir por algún tiempo.  
Pero aunque haya cambiado el carácter del dolor, aun así no te será permitido gritar.( mismo si lo deseas intensamente). Y tendrás que desarrollar la capacidad de convivir con tus penas, y callarte, día a día.
Aprendemos a tolerar al dolor diariamente…

Ah, por que les hablo de mis dolores? Se preguntarán…
Les cuento todo eso porque aquí en Madagascar he llorado, sin caerme, tanto cuanto lloraría por romperme la clavícula una tercera vez a los 8 años de edad.
Hace unas semanas estábamos en el hospital hablando con amigos, en la mañana, antes del “tur” por los cuartos, cuando una señora vino llorando en busca del doctor. Tenía los ojos  rojísimos y el aspecto nervioso de alguien absolutamente desesperado. Me conmovió su estado y me apuré por seguirla, el doctor vino luego atrás.
Cuando entramos al cuarto, por primera vez en ese día, se me cortó el corazón. En la cama había un hombre joven sentado, entre 35 y 40 años, completamente disneico (le faltaba el aire), su madre a su derecha le agarraba la mano todo el tiempo, preocupada,  y otra persona, de cuando en cuando, le traía un balde donde el vomitaba sangre. Era una escena angustiante. El abría la boca y erguía el cuello, angustiado, intentando respirar, todos sus músculos torácicos y abdominales trabajando, la cara tomaba la forma de la desesperación, ojos lacrimosos tristísimos que se movían para todos los lados en busca de auxilio y el sonido gutural de alguien que lucha por vivir con todas sus fuerzas. Era como si el bocado de aire que el necesitaba estuviese siempre dos dedos más allá de lo que el lograba alcanzar.
El pobre hombre intentaba contestar las preguntas que le hacía el doctor, hacia muchísimo esfuerzo por decir que era lo que sentía, pero la disnea(falta de aire) empeoraba cuando intentaba hablar, entonces era obligado a detenerse y más desesperadamente estirar el cuello hacia arriba intentando alcanzar el aire que no le llegaba a los pulmones. Me enteré de que había llegado el día anterior. Se imaginan? Más de 24 horas en aquella situación! Yo no lo podía soportar. Quería desesperadamente hacer algo por aquél hombre. 

Las maniobras semiológicas que le hacían no eran suficientes para un diagnóstico, como mucho se podía excluir causas pero no indicar un motivo. Estudios más amplios serian necesários, una simple endoscopia podría aclarar su estado, mostrar el origen de la hemorragia digestiva… Pero el hospital no dispone de recursos, y un endoscopio está entre sus imposibilidades. Sonda nasogástrica y  suero fue todo lo que le hicieron.
Salimos de la sala y el doctor se fue con sus tareas, como si nada… me pareció raro porque la angustia del paciente se había hecho mi angustia y yo no podía entender como él doctor se podía ir así sin hacerle nada, sin darle cualquier cosa que disminuyera su sufrimiento. Entonces le busqué a Ros, le conté del caso y nos pusimos a pensar en diagnósticos diferenciales para el problema. Que más podíamos hacer?
Me sentía tan impotente, iba y volvía del cuarto del paciente en la esperanza de que algo cambiara de repente, pero todo seguía igual. Me enojé mucho, y quise irme de allá porque no podía entender que frente a una situación tan terrible nadie se comportara de forma urgente, si todos veían que la vida de ese hombre se nos iba con cada segundo.
Cuando vinieron en otro momento los 2 médicos vi en sus ojos que hasta aquél momento nada habían hecho porque nada había que pudieran hacer. Los dos doctores se entre miraban, con aquellas expresiones de: no tengo la menor idea de cuál sea su problema. Nosotras, Ros y yo, les planteamos los diagnósticos diferenciales que habíamos pensado, pero rebotaron con la palabra: quizás! Porque, obviamente, no había formas de confirmar cualquier sospecha. Los dos médicos tenían frente a sus ojos un muro que no podían transponer. Y cuantas veces ya han estado en ese mismo punto? Quiero decir, a cada paciente al cual no pueden ayudar, cada vez que sus recursos se agotan y se ven impotentes frente a la muerte, se hacen más insensibles, o quizás menos frágiles! Lo lamentan, pero ya no lo sufren.
Pero quien los podrá culpar? Son buenos hombres, buenos médicos, buenos cristianos…pero también y sobre todo humanos, y como humanos desarrollan esa barrera emocional de auto-protección inspirada por el dolor: la tolerancia.
Todo el día lo tenía en la mente al paciente, pero solo en las 4 de la tarde volví a verlo. Ah, amigos! Como diré que en el momento en que entré al cuarto algo se rompió en mi? Su mama seguía a su lado sosteniéndole tristemente la mano,  tras suyo un hermano le sostenía la espalda y le ponía una bolsita de hielo sobre su panza porque él quemaba en fiebre. Ya no tenía fuerzas para buscar aire, pero aún lo hacía muy débilmente. Su cara se veía muy demacrada por el sufrimiento de esas tantas horas y sus ojos se habían fijado en algún punto. Ya no hablaba.
Me fui de allí para no irrumpir en llanto frente a la familia.
Salí a caminar con música en los audífonos para evitar mis propios pensamientos, y cuando me venía el imagen del pobre hombre agonizante a la mente movía la cabeza como para alejar una mosca inconveniente que insistiera en posar sobre mi nariz, y aumentaba el volumen de la música por no tolerar la voz de la impotencia repitiendo: INÚTIL! INÚTIL! INÚTIL! Desistí de la música porque concluí que ni todo el volumen del mundo callaría mi tristeza en aquel momento y resolví hablar con Dios… Mi oración era doble:
Deseo ardientemente un milagro, Señor, pero si no es tu voluntad, no dejes que sufra más aquél pobre hombre. Permítele morir, Dios, con tanto que no sufra más!
Cuando volví al hospital a las 7 de la noche, alimentaba en mi corazón la idea del milagro, pero cuando entré y vi la cama hecha y ninguno de los de la familia cerca, no sabía que pensar.
Los dos pensamientos me ocurrieron: Se puso bien y se fue a la casa? Se murió?
El señor que estaba en la cama al lado fue quien contestó a mi expresión interrogativa: Se murió!
Allí, en aquel cuarto, frente aquél desconocido, yo, que no sentía mi cuerpo, no soporté el peso de aquella frase! Me caí sobre el banco que estaba cerca y lloré amargamente por el pobre hombre que vi ahogarse en su propia sangre, sin que pudiese hacer nada por ayudarle. De pronto vino una señora y me guió hasta el patio de tras del hospital. Allá estaba la familia del paciente, el yacía muerto sobre las cubiertas. Y Yo lloraba…
Lloraba porque lo vi en la mañana esforzándose por decir de su dolor, lloraba porque lo vi en la tarde pálido y ausente sin más fuerzas para respirar, lloraba porque aún allí, después de muerto, su mama seguía sosteniendo su mano, lloraba porque sabía que él no sería el último a morir sin esperanzas en este hospital, lloraba porque no fui capaz de minorar su dolor a las puertas de la muerte…
Cuando la mama me vió, vino a mi encuentro y llorando me abrazó. Aunque no hablásemos el mismo idioma, y sin pronunciar cualquier palabra, sentí que las dos sabíamos exactamente qué era lo que estábamos diciendo una a la otra en nuestros corazones.
Como dijo Saint – Exupery:  “Es tan misterioso el país de las lágrimas!”. 

Lo pusieron al señor en la parte de atrás de una camioneta y subieron junto todos los de la familia que estaban allí…Llovía una lluvia fina, y le mojaba el rostro al señor, y las gotas de lluvia sobre su rostro me hacían pensar que incluso después de muerto le tocaba a él llorar.
He estado esperando muchos días para contarles esta historia, pero las lágrimas no me dejaban. Mientras tanto, ahora que les conté, si me permiten un último momento de sinceridad, les diré que de todos mis miedos, que no son pocos, el más terrible, es que algún día en el ejercicio de la medicina, se desarrolle en mi la tolerancia al dolor ajeno, si eso pasa amigos, si ustedes algún día se enteran de que el sufrir hizo de mi una roca, escríbanme, y háganme recordar el cuchillo que rompió mi corazón cuando lo vi a este señor perder sus fuerzas hora tras hora en aquella cama de hospital, y si aún así no les hago caso, considérenme indigna de la profesión que elegí!
Nunca supe su nombre y eso aún me entristece.

Karol.

2 comentários:

  1. ay, nena!!
    lograste traspasarme la pena... lo q te quería decir al empezar a leer ya no tiene importancia

    un abrazo gigante

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  2. Acredito firmemente, que tudo tem um propósito, eu tenho conciência que foi da fontade de Deus que vc fisesse essa viagem...
    Acredito,que se através dos teus olhos e do modo como vc nos transmite o que V, se conseguirmos minimizar a dor de um só, dentre tantos que ai sofrem...já terá valido todo sacrificio.
    Te amo.

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